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El día que nos encerramos con las obras del maestro Fernando Botero

Fernando Botero, una celebración.

Ese fue el nombre que se le dio a la más extensa y variada exposición del maestro en el planeta tierra. El nombre hacía referencia a los 80 años de vida del artista colombiano; y como era tanto el cariño que él le tenía a México, no podría haber hecho mejor elección que el Museo del Palacio de Bellas Artes.

 

El majestuoso museo albergó alrededor de 177 obras, entre lienzos, esculturas en pequeño formato y cinco esculturas monumentales en la explanada del Palacio.

 

A través del INBA, que es un organismo que administra y gestiona este emblemático recinto, nos enteramos con tres meses de antelación sobre este evento. Duraría 80 días, y por una buena fuente fuimos informados antes de la publicación del boletín de prensa.

 

Estábamos seguros que durante los meses de la exposición, el museo estaría abarrotado de lugareños y turistas de todo el mundo. Nos apresuramos a contactar al INBA para tramitar un pase de prensa. Para nuestra sorpresa, su área de relaciones públicas se interesó mucho en nuestra propuesta videográfica. Nosotros dichosos.

 

Llegado el momento de la grabación, se nos informó que podíamos registrar en video y fotografía todo lo que se nos antojara, y que para nuestra comodidad, nos pondrían en la agenda el día lunes, solo para nosotros. Los lunes el museo permanecía cerrado al público en general. Estaríamos a solas con las obras de Botero durante dos horas ininterrumpidas.

 

Llegó el gran día. Éramos cuatro parroquianos con una página web que en ese momento era casi desconocida para el público mexicano. Sin embargo, fuimos recibidos como si fuéramos un medio de comunicación de primer nivel.

 

Grabamos a nuestras anchas, repetíamos salones por si acaso olvidábamos alguna toma. Se nos asignó a un funcionario del INBA que nos iba aclarando una que otra duda sobre los por qué de cada cuadro, escultura y su ubicación en la exposición. Aquel mexicano parecía saber más de la obra de Botero que cualquier colombiano. Todo un fanático.

 

La grabación se desarrolló sin contratiempos y con toda comodidad técnica. Hubo tiempo hasta para tomarnos fotos el uno al otro. No existían los selfies.

 

Como líder del equipo, de lo único que tuve que preocuparme fue jugarle una broma a mi gente diciéndoles que tuvieran cuidado hacia dónde estornudaban, que si algo salía mal, consideraran que cada lienzo en 2012 estaba avaluado en medio millón de dólares.

 

Caminando dentro de ese solemne recinto, sentía que tenía mi respiración a mil y a solo unos centímetros del éxtasis total. Literal. En realidad, el tiempo de grabación nos tomó menos que la visita misma; tiempo que consumimos charlando sobre lo que estábamos viviendo para que no se fuera de nuestras mentes, recorriendo el museo una y otra vez.

 

Coincidimos que aquella fue de las mejores experiencias de nuestras vidas. Nos sentimos privilegiados en todo sentido, sin merecerlo.

A lo mejor fue una de las ediciones de video más rápidas que hemos hecho. Tenía que publicarse lo antes posible, ya que se debía enterar la mayor cantidad de asistentes potenciales.

 

Hoy atesoramos con cariño ese recuerdo, y agradecemos a Lina Botero, su hija y quien era la curadora, por su atención prestada, y por supuesto al INBA por autorizar esa grabación en condiciones tan privadas. Nosotros felices otra vez… hasta hoy.

 

Nuestro portal tuvo la fortuna de acceder a este espacio gracias a la gestión de Esnery Gallego, Giovanna Vargas y Mitchell Urbina, justos acreedores de los recuerdos que hoy atesoran.

 

Descanse en paz, maestro Fernando Botero Angulo.

 

@CaciquePanche

 
 
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